Bergoglio resultó ser elegido como la nueva cabeza máxima de la Igleia Católica Apostólica Romana
Jesuita recto, dialogante, sencillo y sumamente austero, se desplaza en metro o bus por Buenos Aires y no le gusta que llamen eminencia. Cuando le preguntan cómo han de dirigirse a él siempre contesta diciendo: padre Bergoglio.
Capaz, inteligente, profundamente espiritual y hombre de una sólida personalidad, no se arredraría a la hora de meter en cintura o de reformar en profundidad a la Curia romana. Uno de los cometidos que todos los cardenales parecen considerar prioritario en la labor del nuevo Papa. La iglesia se juega en ello su credibilidad social tan dañada últimamente por todos los escándalos del Vatileaks.
Una reforma de fondo, que persiga una mayor colegialidad y rescate del ostracismo la sinodalidad ya apuntada en el Vaticano II. Como dice el cardenal Kasper, otro emérito de prestigio, "la Iglesia necesita transparencia y colegialidad. Hay que salir del cerco del centralismo romano". Y añade: "Cambiar la Curia es una prioridad".
Con Bergoglio en el solio pontificio la Iglesia no solo podría ganar un nuevo Roncalli, sino que además realizaría un salto epocal al otro lado del Atlántico con red. Es decir en manos de un papable fiable, con experiencia , decidido, de los que no le tiemblan el pulso, "limpio" y con agallas para terminar la limpieza que no pudo o no le dejaron hacer a Benedicto XVI : el IOR, banco vaticano, y la Curia. Un nuevo Roncalli del cono sur con raíces turinesas. Un jesuita para reformar la Iglesia.









Publicar un comentario